martes, 3 de febrero de 2015

Esa es ella

Ella es ese rayo de luz,
 que, apareciendo tímido por las mañanas
 entre nube y nube,
 después de una noche de tormenta,
nos hace achinar los ojos,
para obligarnos a sonreír posteriormente.
 Ella es esa ráfaga de aire veraniega
que abre nuestras ventanas de par en par.
 Esa mariposa que se posa en nuestro alféizar
 para observar a la gente pasar,
esa que echa a volar, sin miedo,
 llena de color.
Es ese cactus que no pincha,
 que no muere.
Que no hiere.
La que reconocería a kilómetros,
porque no hay otra igual,
la insustuituible, la incondicional.
 Ella es arte, un edificio barroco
en mitad de Plaza Mayor,
 que solo los necios
 no alzarían la vista para contemplar.
Ella es la que inicia los aplausos en un avión al aterrizar,
 la que se ríe de los chistes malos,
 la que escucha antes de oír hablar,
la que no saca el paraguas cuando llueve al caminar,
la que inventó el pie del cañón, porque ahí está.
Ella es luz y oscuridad, la que no cesa y me ilumina cada día,
la que al caer la noche, también me acompaña,
cuando mi sombra ya hace horas que me ha abandonado.



lunes, 2 de febrero de 2015

El baile del sauce

           El viento golpea nuestras ventanas, como nuestro mejor amigo de la infancia tocando nuestra puerta para ir al parque. Si nos detenemos un momento, hasta nos susurra la posibilidad de volar con él. Pero le evitamos, como evitamos todo aquello que nos frena al caminar, mientras le sonreímos al sol, cuando él es capaz de quemarnos sin piedad. A medida que ignoramos su presencia, esa que hace bailar al más grande sauce, su volúmen empieza a aumentar, desafiante, y nos acaba gritando que no es nuestro enemigo, que solo se permite venir a visitarnos de vez en cuando, para mostrarnos que no es la oveja negra de las causas naturales. Que no siempre viene en contra, y no le agradecemos el hecho de que aligere nuestros pasos, y si por lo contrario viene del revés, tengamos en cuenta que es porque detrás de él puede venir un huracán y arrasar con todo. Puede que el viento, no venga cuando lo esperamos, o que no sea nuestro mejor amigo de la infancia, pero siempre nos ayudará a volar la cometa que éste traiga cuando toque tu puerta para ir al parque.